Saturday, February 23, 2013


Hablemos del idioma

Uno de los temas candentes en el Chile de hoy es la reforma a la educación; se habla de acortar carreras, aumentar la educación tecno-científica, mejorar la vocacional. Sin embargo, nadie parece preocuparse de lo más esencial en todo tipo de educación: la buena comunicación.

¿Qué saca el mejor científico nuclear chileno si no puede exponer claramente sus ideas a quienes, por ejemplo, deben decidir si Chile opta o no por la energía nuclear? Esa comunicación se efectúa a través del uso correcto del idioma, el que parece estar en decadencia en nuestro país.

En el mundo hay unos 380 millones de hispanoparlantes, distribuidos en más de 23 países. En consecuencia, parecería muy difícil que nos entendiéramos unos a otros, sin embargo, lo hacemos. Pero esta comunicación se produce cuando dejamos de lado nuestros modismos, sean chilenismos, mexicanismos y hasta estaouneidismos,  y empleamos un registro equivalente al de una persona con estudios secundarios o más altos.

Los giros idiomáticos de cada país, de cada generación y de cada cultura, son perfectamente legítimos y, como bien sabemos, fuente de infinitas anécdotas cuando comparamos los usos particulares de cada “…ismo”. Pero el científico nuclear no va a emplear estos términos para presentar su punto de vista; su herramienta, en especial a nivel internacional, es lo que podríamos llamar un castellano “correcto”, es decir, el que nos permite la comunicación con nuestros pares hispanoparlantes.

¿En qué consiste un castellano “correcto”? En el uso de ciertas convenciones del idioma que comparten todos sus hablantes, a las que comúnmente se llama “gramática”. A este efecto, hay que recordar que primero vino el idioma y después la gramática, si a ésta se la considera como un intento de sistematizar los patrones lingüísticos que tienen internalizados los hablantes de un mismo idioma. Algunos de esos patrones pueden ser “arbitrarios”, en el sentido que se desvían de lo regular (lo que en general se debe a la evolución del idioma), pero el hecho es que cualquier hispanoparlante con cierto nivel de cultura emplearía el vocablo “cupo” en lugar de “cabió”. Es decir, la comunicación entre quienes hablamos castellano se basa en que, querámoslo o no, nos expresamos utilizando los mismos patrones lingüísticos que hemos internalizado como “correctos” o “gramaticales”.

No obstante, basta con leer la prensa o escuchar los noticiarios televisivos para llegar a la conclusión de que en este país no se comparten ciertas de las convenciones lingüísticas existentes en el castellano. Por lo tanto, quienes dicen que en Chile se habla un “mal” castellano, tienen razón. Y lo peor es que los medios de comunicación, incluso los “mejores”, los que deberían preocuparse especialmente de ser los modelos a seguir en cuanto al uso del idioma, son los que están en la vanguardia de romper con ciertas convenciones.


Me voy a referir solamente a dos de los casos más flagrantes que se leen y oyen a diario: el uso del participio pasado “electo” y del comparativo “más (o menos) que lo que”. En cuanto al primero, en la sección Reportajes de El Mercurio del 10 de febrero del 2013, p. D5, se lee: 1996, Orrego “Es candidato a alcalde por Peñalolén y sale electo concejal” y más adelante, 2008, Orrego “Es reelecto alcalde de Peñalolén con el 58,36% de los votos”. En CNN Chile, el 17 de febrero, en las noticias del mediodía dijeron: “Según las encuestas, Rafael Moreno sería reelecto a la presidencia”. En la primera página de El Mercurio del 18 de febrero del 2013, también en relación con las elecciones en Colombia, dice: “Con el 57% de votos escrutados esta madrugada, el Mandatario era reelecto con el 56,9 de los sufragios”. En todos los casos anteriores,  los vocablos correctos son “elegido” y “reelegido”.

En cuanto al segundo caso, en la sección Economía y Negocios de El Mercurio del 9 de febrero del 2013, aparece el siguiente titular: “DGAC responde a LAN: fallas en las cintas que transportan equipaje son muchas menos que las que denuncia la empresa”, cuando lo correcto es “...muchas menos de las que…”.

Elegido vs. electo  
En castellano, el participio pasado (las formas verbales que terminan en –ado, -ido) cumple dos funciones: se lo utiliza en verbos compuestos o como adjetivo. Ejemplos: la poesía de Pablo Neruda ha sido admirada (verbo compuesto) en todo el mundo.  El admirado (adjetivo) Pablo Neruda ha sido traducido a muchos idiomas.

Sin embargo, hay varios verbos que tienen dos formas del participio pasado, una regular (terminada en –ado, -ido) y una irregular, que no tiene siempre la misma terminación. Entre estos participios pasados se cuentan elegido y electo; corrompido y corrupto; freído y frito; imprimido e impreso, entre otros. En estos casos, el participio pasado regular se usa con las formas verbales compuestas y el irregular se usa como adjetivo. Así, por ejemplo, se dice “El presidente Pérez ha sido tan corrompido (forma verbal compuesta) por los zares de las drogas, que ha pasado a ser el presidente más corrupto (adjetivo) de la historia del país”. O, “lo bueno de esos huevos fritos (adjetivo) es que fueron freídos en agua, por lo tanto tienen menos calorías que si se hubieran freído (formas verbales compuestas) en aceite.

Por lo tanto, en la cita de El Mercurio, Orrego “Es candidato a alcalde por Peñalolén y sale electo concejal”, debería  decir “sale elegido” (forma verbal compuesta), con lo cual pasa a ser un concejal “electo” (adjetivo) hasta que asuma su cargo. Lo mismo con “reelecto”: “Según las encuestas, Rafael Moreno sería reelecto a la presidencia”, cuando lo correcto es: Rafael Moreno “sería reelegido” a la presidencia, tras lo cual será el presidente reelecto, hasta que asuma su cargo. Es tan prevalente el mal uso que se hace en Chile del vocablo “electo”, que se puede llegar a pensar que en este país se ha inventado el verbo “electar”.


Más (o menos) que lo que vs. Más (o menos) de lo que
Los comparativos en castellano pueden ser simples o compuestos. En el primer caso, se compara un solo elemento, como un adjetivo o adverbio, o una forma verbal que implica una sola idea.

Un comparativo en una oración muy simple es, por ejemplo: Juan es más alto que Pedro. El mismo comparativo se puede emplear en una oración menos simple: En las elecciones pasadas se presentaron a votar menos (o más) personas que en todas las elecciones pasadas. Pese a que esta oración no es tan simple como la primera puesto que presenta una idea más complicada, no por ello es lo que se llama una oración compleja, es decir, una oración que contiene por lo menos dos formas verbales. Y cuando lo que comparamos es la idea que encierran esas dos formas verbales, la expresión “más (o menos) que lo (la, las, los) que” simplemente no existe. La expresión correcta es “más o menos de lo (la, las, los) que”. Por lo tanto, el titular de El Mercurio debería decir: “…fallas en las cintas que transportan equipaje son muchas menos de las que denuncia la empresa”, esto porque se están comparando  las ideas que encierran los verbos transportar y denunciar, en relación al sustantivo “fallas”, el cual conserva el género y el número (las). Otro ejemplo similar es el siguiente: En lo que va corrido del año, la inflación es más baja de lo que había previsto el gobierno. Como en este caso la comparación se refiere al adjetivo baja, no se conserva el género ni el número,  por lo tanto, se usa lo.

¿Y cuál es la importancia de todo lo anterior? Los errores mencionados se consideran “no gramaticales”, es decir, se apartan de los patrones lingüísticos o presupuestos del castellano que compartimos casi 380 millones de personas y por lo tanto presentan una traba a una buena comunicación. Dicho de otra forma, si un chileno usa el vocablo “electo” en lugar de “elegido” en una ponencia internacional, el público hispanoparlante de otros países va a levantar una ceja pensando que en realidad quiso decir “elegido”, o puede también que no entienda claramente lo que quiso decir el chileno.

Otra repercusión del mal uso de la lengua en Chile, es que los profesores de castellano como segundo idioma generalmente evitan recomendar a sus alumnos que usen la prensa ni la televisión chilenas como modelos para aprender castellano, como tampoco les recomiendan pasar algún tiempo en este país para perfeccionar sus conocimientos del idioma. 

En resumen, para ser los líderes que pretendemos ser, debemos preocuparnos de incentivar el uso adecuado de nuestro idioma, tanto escrito como hablado. Para ello, se debería fomentar la lectura y el uso de bibliotecas, además de exponer a los estudiantes a cursos obligatorios de castellano en todos los niveles. Solo de esta manera podrán lucirse tanto nuestros medios de comunicación como nuestros conferencistas a nivel internacional. 

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