Hablemos
del idioma
Uno de los temas
candentes en el Chile de hoy es la reforma a la educación; se habla de acortar
carreras, aumentar la educación tecno-científica, mejorar la vocacional. Sin
embargo, nadie parece preocuparse de lo más esencial en todo tipo de educación:
la buena comunicación.
¿Qué saca el
mejor científico nuclear chileno si no puede exponer claramente sus ideas a
quienes, por ejemplo, deben decidir si Chile opta o no por la energía nuclear?
Esa comunicación se efectúa a través del uso correcto del idioma, el que parece
estar en decadencia en nuestro país.
En el mundo hay
unos 380 millones de hispanoparlantes, distribuidos en más de 23 países. En
consecuencia, parecería muy difícil que nos entendiéramos unos a otros, sin
embargo, lo hacemos. Pero esta comunicación se produce cuando dejamos de lado
nuestros modismos, sean chilenismos, mexicanismos y hasta estaouneidismos, y empleamos un registro equivalente al de una
persona con estudios secundarios o más altos.
Los giros
idiomáticos de cada país, de cada generación y de cada cultura, son
perfectamente legítimos y, como bien sabemos, fuente de infinitas anécdotas
cuando comparamos los usos particulares de cada “…ismo”. Pero el científico
nuclear no va a emplear estos términos para presentar su punto de vista; su
herramienta, en especial a nivel internacional, es lo que podríamos llamar un
castellano “correcto”, es decir, el que nos permite la comunicación con
nuestros pares hispanoparlantes.
¿En qué consiste
un castellano “correcto”? En el uso de ciertas convenciones del idioma que
comparten todos sus hablantes, a las que comúnmente se llama “gramática”. A
este efecto, hay que recordar que primero vino el idioma y después la
gramática, si a ésta se la considera como un intento de sistematizar los
patrones lingüísticos que tienen internalizados los hablantes de un mismo
idioma. Algunos de esos patrones pueden ser “arbitrarios”, en el sentido que se
desvían de lo regular (lo que en general se debe a la evolución del idioma),
pero el hecho es que cualquier hispanoparlante con cierto nivel de cultura
emplearía el vocablo “cupo” en lugar de “cabió”. Es decir, la comunicación
entre quienes hablamos castellano se basa en que, querámoslo o no, nos
expresamos utilizando los mismos patrones lingüísticos que hemos internalizado
como “correctos” o “gramaticales”.
No obstante,
basta con leer la prensa o escuchar los noticiarios televisivos para llegar a
la conclusión de que en este país no se comparten ciertas de las convenciones
lingüísticas existentes en el castellano. Por lo tanto, quienes dicen que en
Chile se habla un “mal” castellano, tienen razón. Y lo peor es que los medios
de comunicación, incluso los “mejores”, los que deberían preocuparse
especialmente de ser los modelos a seguir en cuanto al uso del idioma, son los
que están en la vanguardia de romper con ciertas convenciones.
Me voy a referir solamente
a dos de los casos más flagrantes que se leen y oyen a diario: el uso del
participio pasado “electo” y del comparativo “más (o menos) que lo que”. En
cuanto al primero, en la sección Reportajes
de El Mercurio del 10 de febrero del
2013, p. D5, se lee: 1996, Orrego “Es candidato a alcalde por Peñalolén y sale
electo concejal” y más adelante, 2008, Orrego “Es reelecto alcalde de Peñalolén
con el 58,36% de los votos”. En CNN Chile,
el 17 de febrero, en las noticias del mediodía dijeron: “Según las encuestas,
Rafael Moreno sería reelecto a la presidencia”. En la primera página de El Mercurio del 18 de febrero del 2013,
también en relación con las elecciones en Colombia, dice: “Con el 57% de votos
escrutados esta madrugada, el Mandatario era reelecto con el 56,9 de los
sufragios”. En todos los casos anteriores,
los vocablos correctos son “elegido” y “reelegido”.
En cuanto al segundo
caso, en la sección Economía y Negocios
de El Mercurio del 9 de febrero del
2013, aparece el siguiente titular: “DGAC responde a LAN: fallas en las cintas
que transportan equipaje son muchas menos que las que denuncia la empresa”,
cuando lo correcto es “...muchas menos de las que…”.
Elegido vs. electo
En castellano, el
participio pasado (las formas verbales que terminan en –ado, -ido) cumple dos
funciones: se lo utiliza en verbos compuestos o como adjetivo. Ejemplos: la
poesía de Pablo Neruda ha sido admirada
(verbo compuesto) en todo el mundo. El admirado (adjetivo) Pablo Neruda ha
sido traducido a muchos idiomas.
Sin embargo, hay
varios verbos que tienen dos formas del participio pasado, una regular
(terminada en –ado, -ido) y una irregular, que no tiene siempre la misma
terminación. Entre estos participios pasados se cuentan elegido y electo;
corrompido y corrupto; freído y frito; imprimido e impreso, entre otros. En
estos casos, el participio pasado regular se usa con las formas verbales compuestas
y el irregular se usa como adjetivo. Así,
por ejemplo, se dice “El presidente Pérez ha
sido tan corrompido (forma verbal compuesta) por los zares de las drogas, que ha pasado a ser el presidente más
corrupto (adjetivo) de la historia
del país”. O, “lo bueno de esos huevos fritos
(adjetivo) es que fueron freídos en
agua, por lo tanto tienen menos calorías que si se hubieran freído (formas verbales compuestas) en aceite.
Por lo tanto, en
la cita de El Mercurio, Orrego “Es candidato a alcalde por Peñalolén y sale electo concejal”, debería decir “sale
elegido” (forma verbal compuesta), con lo cual pasa a ser un concejal
“electo” (adjetivo) hasta que asuma su cargo. Lo mismo con “reelecto”: “Según
las encuestas, Rafael Moreno sería reelecto a la presidencia”, cuando lo
correcto es: Rafael Moreno “sería reelegido” a la presidencia, tras lo cual
será el presidente reelecto, hasta que asuma su cargo. Es tan prevalente el mal
uso que se hace en Chile del vocablo “electo”, que se puede llegar a pensar que
en este país se ha inventado el verbo “electar”.
Más (o menos) que lo que vs. Más (o menos) de lo
que
Los comparativos
en castellano pueden ser simples o compuestos. En el primer caso, se compara un
solo elemento, como un adjetivo o adverbio, o una forma verbal que implica una
sola idea.
Un comparativo en
una oración muy simple es, por ejemplo: Juan es más alto que Pedro. El
mismo comparativo se puede emplear en una oración menos simple: En las
elecciones pasadas se presentaron a votar menos
(o más) personas que en todas las elecciones pasadas.
Pese a que esta oración no es tan simple como la primera puesto que presenta una
idea más complicada, no por ello es lo que se llama una oración compleja, es decir, una oración que contiene por lo menos
dos formas verbales. Y cuando lo que comparamos es la idea que encierran esas
dos formas verbales, la expresión “más (o menos) que lo (la, las, los) que” simplemente no existe. La expresión
correcta es “más o menos de lo (la, las,
los) que”. Por lo tanto, el titular de El
Mercurio debería decir: “…fallas en las cintas que transportan equipaje son
muchas menos de las que denuncia la
empresa”, esto porque se están comparando
las ideas que encierran los verbos transportar
y denunciar, en relación al
sustantivo “fallas”, el cual conserva el género y el número (las). Otro ejemplo similar es el siguiente:
En lo que va corrido del año, la inflación es más baja de lo que había
previsto el gobierno. Como en este caso la comparación se refiere al adjetivo baja, no se conserva el género ni el
número, por lo tanto, se usa lo.
¿Y cuál es la
importancia de todo lo anterior? Los errores mencionados se consideran “no
gramaticales”, es decir, se apartan de los patrones lingüísticos o presupuestos
del castellano que compartimos casi 380 millones de personas y por lo tanto presentan
una traba a una buena comunicación. Dicho de otra forma, si un chileno usa el
vocablo “electo” en lugar de “elegido” en una ponencia internacional, el
público hispanoparlante de otros países va a levantar una ceja pensando que en
realidad quiso decir “elegido”, o puede también que no entienda claramente lo
que quiso decir el chileno.
Otra repercusión
del mal uso de la lengua en Chile, es que los profesores de castellano como
segundo idioma generalmente evitan recomendar a sus alumnos que usen la prensa
ni la televisión chilenas como modelos para aprender castellano, como tampoco
les recomiendan pasar algún tiempo en este país para perfeccionar sus
conocimientos del idioma.
En resumen, para
ser los líderes que pretendemos ser, debemos preocuparnos de incentivar el uso
adecuado de nuestro idioma, tanto escrito como hablado. Para ello, se debería
fomentar la lectura y el uso de bibliotecas, además de exponer a los
estudiantes a cursos obligatorios de castellano en todos los niveles. Solo de
esta manera podrán lucirse tanto nuestros medios de comunicación como nuestros
conferencistas a nivel internacional.